En los anales históricos, pocos pueblos pueden presumir, o evitar que se sepa, que son proclives a dejarse engatusar o dominar por sus gobernantes. Suyos ¡sí!, porque los únicos que deberían pertenecer a alguien son los gobernantes, que deben pertenecer siempre a los gobernados. ¿Qué clase de esclavo se ha resistido, incluso por la fuerza, a ser liberado? Puede que haya otros, pero uno de los casos más sonados en que esto ocurrió fue cuando españoles al grito de: ¡Vivan las cadenas!, lucharon violentamente para reinstaurar un monarca como Fernando VII que nada más sentarse en el trono, lo primero que hizo fue reprimir hasta a los que luchasen por su reinstauración. ¿A quien puede extrañar que al cabo de unos pocos siglos, un descendiente de ese mismo rey, sea el jefe de un estado democrático en el que todos se atienen a la Constitución y a las leyes establecidas, menos él? Por poner un ejemplo.
Y como ejemplo, representa el paradigma que define, con rotundidad, el significado exacto de la expresión: “Libertad de Información”.
No se trata de que nos informen de lo que hay cuando ocurre. Se trata de que nos informen sobre lo que queremos. Y no se trata de que lo sepamos la mayoría a través de los medios de información, sino que la Libertad de Información exige que cada uno pueda acceder a la información que él quiera cuando ocurra, durante el tiempo que ocurra y en todo caso, hasta que el interesado se dé por informado.
La importancia de que una información tenga las cualidades de ser veraz y responsable, no radica en sus definiciones, sean las que sean, sino en que los informados puedan elegir libremente la fuente de información, o al informador. Parece lógico pensar que, en estas condiciones, los informados preferirán siempre los informes de quienes practiquen las referidas cualidades. Al menos, mientras se mantenga un sistema social en el que el derecho a la información, sea el derecho a elegir libremente la información que uno quiera. En otras palabras, el derecho a la información (libre) muy bien puede resultar ser el derecho un reparto más equitativo del poder del Estado entre los ciudadanos que lo forman. Es por esto, que los gobernantes poseen el interés de oponerse sin importar ideología.
Cuando un ser humano llega al mundo, cuando posee un cerebro humano normal, medio o tipo, no hace otra cosa que pensar. Jamás dejaremos de pensar mientras estemos vivos. Y como pensar ya forma parte de la propia acción. Pensar es algo que el pensante nunca deja de hacer, excepto cuando está muerto. O en coma. Y respecto a este ultimo estado, no existe unanimidad.
lunes, 21 de marzo de 2011
España: paradigma de la domesticación
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